ÁMBITO FINANCIERO – El nuevo Gobierno esperaba una lluvia de inversiones extranjeras directas (las que invierten en activos físicos y a largo plazo) y fue lógico que no llegaran. Fue importante salir de cepo y evitar ir hacia una nueva crisis, además de rehabilitar las remesas de ganancias al exterior. También, fue una buena noticia que se resolviera la cesación de pagos con los holdouts por el juicio en Nueva York y volviéramos a reinsertarnos en el mundo.
Sin embargo, la Argentina lleva décadas de destruir su seguridad jurídica, en particular, durante este siglo. En los últimos 20 años, fue el segundo país que más cayó en el Índice Internacional de Calidad Institucional entre 192 naciones. Nadie va a invertir en un país donde un funcionario de tercer nivel tiene tanta capacidad de daño como para, sin norma que lo avale, ordenarle por teléfono a alguien cómo manejar su negocio. Es cierto que hay confianza en la voluntad del gobierno actual de reconstruir el Estado de Derecho; pero Argentina es una democracia republicana y, por ende, es esperable que haya alternancia en el poder. Entonces, miran a la oposición y reciben señales que generan dudas de la voluntad real del conjunto de la dirigencia política de no volver a la época de atropellos de los derechos de ciudadanos y extranjeros.
Otro factor relevante es que, según el Banco Mundial, Argentina está entre los 12 países del mundo, entre 190, que más exprimen con gravámenes a sus empresas. O sea, hay 178 que les ofrecen a los inversores extranjeros mejores condiciones tributarias ¿Por qué los inversores van a venir aquí? Es cierto que hay buenas oportunidades de negocios; pero para que la llegada de capitales sea masiva, hay que dar señales de que disminuiremos la presión impositiva en el tiempo. Si bien el Gobierno la bajó en 2016, sigue cerca de los récords y, además, los Presupuestos 2017 de la Nación y de casi todas las provincias y municipios anuncian que volverán a subir la carga impositiva sobre el sector productivo este año.
Más allá de que hay que seguir reconstruyendo la calidad institucional, lo más relevante es que el Gobierno y la oposición den señales claras de que se buscará reducir la presión tributaria; ya que no basta con no subir la actual excesiva carga, hay que bajarla. Para ello, habrá que mostrar que se está dispuesto a reformar el sector público, que no solamente tiene un peso insostenible para nuestro aparato productivo, sino que es de una gran inutilidad a la hora de cumplir su rol para con los ciudadanos. Si no, más que lluvia, esperemos una garúa de inversiones externas.